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Una de las técnicas más eficaces para aprender una lengua consiste en transcribir libros a mano (importante que sea a mano, no tecleando en un ordenador o en el teléfono). A la vez que se escribe, y para que la lengua quede grabada todavía más en la memoria, se puede leer el texto en voz alta. Este método, en apariencia sencillo (y realmente lo es), se ha venido utilizando hasta la época actual desde la noche de los tiempos, como suele decirse.

En la época de los grandes imperios de Occidente, cuando los niños romanos se veían obligados a aprender griego a través de soporíferos pasajes homéricos y reglas gramaticales (y viceversa, en Oriente los niños “aprendían” latín a partir textos de Virgilio o Séneca), no había, como hoy, libros de texto, métodos multimedia o podcasts en mp3 (hablando con propiedad, ni siquiera existían libros, sino papyri). Todo esto por cierto facilita sin duda el aprendizaje de una lengua hoy en día, sin embargo nos podemos servir del método con el cual la gente instruida ha aprendido idiomas (incluyendo lenguas "muertas") durante siglos.

Se cuenta que el poeta latino Ovidio, cuando quiso aprender griego, se procuró las obras completas del dramaturgo Tucídides y las transcribió, palabra por palabra y frase por frase, hasta copiar la obra completa. No solo en la Antigüedad, sino también los escribas medievales que (literalmente) se dedicaban a copiar la Biblia y todo tipo de textos administrativos, religiosos o jurídicos, se valieron de esta sencilla técnica con éxito.

En una carta dirigida a su hermana Paolina, fechada el 28 de enero de 1812, el poeta italiano Leopardi le agradece el haber copiado un pequeño tratado de Lógica, lamentando que, en aquellos tiempos, fuera tan difícil encontrar un buen copista:

Il piacere che voi mi avete fatto col torre a copiare il mio picciol Compendio di Logica non vi sembrerà forse si grande quanto lo è in realtà. Un buon copista è assai raro, ed io non reputo lieve vantaggio l'averne ritrovato uno che sia conforme al mio desiderio.

Y más adelante añade, poniendo como ejemplo de "ilustre copista" al emperador Teodosio:

Nè crediate che il mestier del Copista sia da disprezzarsi. Teodosio uno de' più grandi Imperatori d'Oriente s'impiegava ancor egli nel copiare gli altrui scritti, e non vivea che del denaro ricavato da questa non ignobil fatica.

El matemático inglés del siglo XIX George Boole -creador del álgebra que lleva su nombre, que permitiría ya en el siglo XX crear los primeros computadores digitales- incidía, en su Essay on Education, en la importancia de la escritura a mano (algo que podría resultar paradójico en nuestros días, cuando menos):

The great value of a facile and elegant handwriting is scarcely sufficiently acknowledged. Were those, who object to the spending of any considerable time in its acquisition as a waste of opportunities for mental improvement, aware of the great service which it may render even in the pursuit of the most abstract studies, their objection would, I conceive, be diminished. If I may venture to appeal to my own experience, I must acknowledge that if I have met any success in the prosecution of literature and science, I am bound to attribute it to the habit of writing out, early acquired and perseveringly practised. (Tomado del libro The Life and Work of George Boole, Desmond MacHale, 1985.)

Necesitamos, pues, pocos recursos: un libro escrito en la lengua que queremos aprender, un diccionario (del que nos serviremos, al principio mucho, para después “poder tirarlo a la papelera” (no literalmente, claro)) (o, aún mejor, la versión traducida en nuestra lengua materna del mismo libro), papel y algo para escribir. La idea es que el libro que transcribamos sea de nuestro gusto, de ficción o no (mejor si no es ficción, y cuanto menos conozcamos el tema tratado, más efectivo será el aprendizaje), ya que la memoria retiene mejor (y es natural) aquello que nos interesa.

Como ejemplo (bastante de Perogrullo), si hemos decidido aprender euskera, y nos encontramos con la frase: "Arrantzaleek arrainak itsasoan harrapatzen dituzte, eta itsasontzietan kaira ekartzen dituzte" [Los pescadores atrapan los peces en el mar y los traen al puerto en los barcos] (tomada del libro Iniciación al euskara, editorial Assimil, 1998), cogeremos un folio y escribiremos:

El método es especialmente interesante (e incluso indispensable) cuando se intenta aprender una lengua que no comparta nuestro alfabeto, pues debemos en primer lugar alfabetizarnos y acostumbrarnos a una nueva forma de leer y escribir. Así, con la siguiente frase en ruso del escritor Fiódor Dostoievski "Отца моего я не помню. Он умер, когда мне было два года. Мать моя вышла замуж в другой раз. Это второе замужество принесло ей много горя, хотя и было сделано по любви" [No conocí a mi padre. Murió cuando tenía dos años, y mi madre volvió a casarse. Este segundo matrimonio, aunque contraído por amor, fue para ella fuente de muchos sufrimientos.], tendremos, pues:

Esta técnica se basa en un aprendizaje intuitivo de la lengua, no a través de un estudio sistemático de reglas gramaticales y glosarios o listas de vocabulario. No obstante, como sucede con casi todo, el aprendizaje de una lengua requiere tiempo y dedicación y es una cuestión de años, cuando no décadas, dominar una lengua. Respecto al método, se podrá objetar que se trata (y yo también lo creo) de un tipo de aprendizaje monótono y un poco pesado, aunque (para terminar hablando en positivo) no es en realidad un estudio; se lee y se escribe, por tanto es un proceso consciente llevado a cabo por un adulto, sin embargo (y esto es lo más interesante) las estructuras gramaticales se asimilan de forma natural inconscientemente, es decir, sin darse cuenta ni estudiando, en el sentido tradicional de la palabra.